KIMIYA – PIEDRAS PRECIOSAS

Los cristales

Desde la antigüedad, ya se conocían los efectos benéficos de las piedras preciosas. Algo ha llegado hasta nosotros, pero mucho se ha perdido. El haber perdido el contacto con la naturaleza, nos induce tal vez a intentar recuperar las ciencias antiguas. Las piedras preciosas, son una parte de ello. Reflejan la luz, los colores, la belleza y cuanto la naturaleza haya sido capaz de hacer en miles de años, pero sobretodo, lo de haber conservado su poder. Las piedras preciosas, desde el punto de vista de la estructura atómica, son ciertamente entre las cosas más perfectas en el mundo. Son portadoras de energía siendo capaces de trasladarla, así como el ser humano es capaz de absorberla. Tal energía, ejercita su influjo tanto a nivel físico-orgánico así como psico-emocional, sobretodo trabaja contra las desarmonías, que por distintas motivaciones se van acumulando y provocan malestar que incluso puede degenerar en enfermedades; de hecho, todo lo que sea psicológico será luego biológico. La acción de las piedras preciosas no se basa sobre autosugestión o superstición, es apta para todos y no tiene contraindicaciones. Las propiedades detentadas a todo nivel, por un mineral, están determinadas por un importante factor: la concentración de los elementos contenidos. Los minerales, actúan conforme al principio homeopático, según el cual “el símil cura el símil”. Generalmente, se recurre a las propiedades de las piedras preciosas y sus estructuras cristalinas, cuando no nos sentimos dueños de nuestra propia vida. En otros términos, cuando nos encontramos en dificultad frente a problemas que pueden aparecer sin salidas, provocando malestar, no importa si a nivel físico, emocional o mental. Sólo nosotros mismos podemos saber cuando estamos insatisfechos de la vida que llevamos y cuando, por tanto, necesitamos introducir cambios. Otra importante función de los minerales, es la que desempeñan en los procesos metabólicos del organismo. Muchos de ellos tienen un papel clave en el funcionamiento orgánico, haciendo parte de la constitución de varias coenzimas, es decir, de sustancias que estimulan y guían los procesos metabólicos a la base de la vida. Algunos de ellos, con un rol importante en la transmisión de los estímulos nerviosos y por ello, en las actividades cognitivas, perceptivas y motoras. La extraordinaria regularidad de las formas que los minerales y cristales presentan desde el momento de su formación, ha suscitado en cada época el interés del hombre, que en tiempos lejanos, en esta fascinante perfección interpretaba la prueba inconfundible de una intervención directa de los dioses. En 1669, el naturista danés Stensen, publicó los primeros estudios sobre la perfecta regularidad de los cristales. Stensen, descubrió que los ángulos formados por las superficies de un determinado mineral, independientemente de sus dimensiones, de su forma exterior y de su localización de hallazgo, siempre son iguales. Desde ese momento, tornó evidente, que la morfología de un mineral era determinada por algo ínsito en el mineral. Hoy en día, sabemos que todos los cristales son subdivisibles sobre la base de su estructura interna, en siete sistemas: el así llamado, sistema cristalino septenario.

Hombre y cristales

La relación entre hombre y cristales es muy sutil; basándose sobre la analogía existente entre los sistemas cristalinos y la descripción de los distintos “estilos de vida” del hombre, de los cuales existen ocho modelos fundamentales en los que puede moldearse. Estos modelos, o tipologías de comportamiento, independientemente de la edad, condición social, sexo, convicciones o experiencias acumuladas; representan unos referentes, en base a los cuales el sujeto adopta sus propias estrategias de enfrentamiento de cara a la vida. Cada uno de los estilos de vida está en la línea de máximo “neutro”, en sentido de que ninguno de ellos, es “mejor” o “peor” que los otros. Cada estilo puede asumir dos formas opuestas: una negativa, que obstaculiza el proceso de crecimiento del individuo; y una positiva, que le permite realizar sus potencialidades. La diferencia es simple: la forma negativa, prevalece al momento en que la persona, por así decir, “dominada” por su estructura cristalina correspondiente, es decir, cuando está atrapado en un determinado estilo de vida y no consigue salirse. La forma positiva, al contrario, se establece cuando el sujeto es completamente dueño de su propia vida y sus propias decisiones, o sea, capaz de gestionar sus potencialidades de manera completa. Si nuestro estilo de vida nos ha causado dificultades, conflictos e incluso enfermedades; los minerales con sus estructuras correspondientes, pueden acudir en nuestra ayuda. Podremos finalmente superar las limitaciones asociadas a los distintos estilos de vida, aprendiendo a relacionarnos con ellos de manera positiva.

Macrocosmo alquémico

La astrología, es parte de las tradiciones religiosas y culturales de muchos antiguos pueblos que desde siempre vieron en el firmamento, una “ciencia de luz”; la Alquimia, interactuando con todas estas tradiciones, mira a ofrecer una visión de la existencia hombre, en directa relación con la existencia de las estrellas. La Epagyria, en una de sus expresiones más energéticas, considera, estudia y aplica esta relación, entre cuerpo humano y sistema solar, de que modo, los planetas con sus posiciones – interactuando magnéticamente entre sí influencien nuestra existencias, tal como, por ejemplo, las fases lunares actúan sobre todos los mares del mundo. Esta disciplina, plantea determinadas formas de relación entre los nueve planetas y el ser humano. La fuerza y el poder de cada planeta pueden ser modulados, también llevando encima la gema adecuada. Los planetas emanan su energía, entrando en resonancia o en disonancia con la existencia de cada ser. La gema correcta atrae esta energía, o vibración, reforzando su influencia. Al momento del nacimiento, de hecho, unos planetas serán favorables, otros desfavorables y otros neutrales o “mixtos”. Nuestra vida actual sería el resultado de este detectable y examinable diseño planetario. Se considera posible de distintas maneras, balancear y mejorar nuestro diseño cósmico; una de estas maneras, consiste en un uso conciente de determinadas gemas. La energía cósmica del planeta, queda reflejada en el cuerpo humano a través de la gema oportuna, la cual favorece la absorción de las vibraciones planetarias correspondientes. Cada gema se comporta, por tanto, como un “catalizador” de las energías del planeta que le corresponda. Así como los cristales usados para la radio, son fundamentales para recibir y trasformar una señal invisible, en sonido; la estructura cristalina de las gemas atrae y condensa energía cósmica que, desde el cielo, llega a influir sobre la entera fisiología humana. La astrología Espagyrica que llamaremos, Cosmodiágnosis, estudia siete planetas visibles: Sol, Luna, Marte, Mercurio, Júpiter, Venus y Saturno; más dos invisibles llamados “planetas sombra” Rahu y Ketu, los polos lunares.

Correlación planetas órganos colores

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